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Jan 31, 2023Una palabra pastoral del obispo primado Michael Curry sobre La muerte de Tyre Nichols

Una palabra pastoral del obispo primado Michael Curry sobre La muerte de Tyre Nichols

No se le puede encontrar sentido al asesinato de un joven a manos de cinco hombres cuya vocación y llamado es proteger y servir. Esto fue una acción malvada y sin sentido.

Hay un pasaje del profeta hebreo Jeremías, que luego se cita en el Evangelio de Mateo cuando un dictador inmoral mata a niños inocentes:

Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron.

Jeremías 31:15, Mateo 2:18

Con el asesinato de Tyre Nichols, otra madre, como en los textos bíblicos, llora, con las madres de Emmett Till, Trayvon Martin, Michael Brown, George Floyd, Breonna Taylor, Ahmaud Arbery y tantos otros. Una familia está de duelo. Una comunidad teme. Una nación se siente avergonzada. Como el salmista en la Biblia, algo en nosotros clama: «¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?». ¿Hasta cuándo la violencia, hasta cuándo la crueldad, hasta cuándo el absoluto desprecio por la dignidad y el valor de cada hijo de Dios? ¿Hasta cuándo?

Como si esto no fuera suficiente, hay otra dimensión horrible en lo que sucedió. A Tyre Nichols lo golpearon, lo patearon y lo maldijeron como si no fuera un ser humano. Luego, después de que estuvo tirado en el suelo, después de haber clamado por su madre, lo dejaron permanecer allí durante varios minutos sin que nadie, incluidos los policías y los paramédicos que estaban presentes, le prestaran asistencia. Ni un solo buen samaritano.

Una vez, Jesús contó una historia para enseñar en qué consiste amar al prójimo, que tanto Moisés como Jesús dijeron que es un mandamiento de Dios. Es la historia de un hombre al que golpearon casi hasta matarlo y a quien abandonaron al borde del camino, para que muriera, personas que sabían lo que Moisés había enseñado sobre el amor a Dios y al prójimo, y lo que enseñó el profeta Miqueas cuando dijo que Dios exige tres cosas de nosotros: practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios

Sólo una persona se detuvo para socorrer al hombre, y lo hizo sin tener en cuenta el hecho de que eran de diferentes religiones, nacionalidades, grupos étnicos e incluso diferentes posiciones políticas. Este segundo hombre era un samaritano, y lo socorrió porque el hombre tirado en el camino era un ser humano. Lo socorrió porque era un hijo de Dios. Lo socorrió porque el hombre abandonado al borde del camino, sin importar raza, clase, clan, estirpe o tipo, era su hermano. Y al hombre que prestó el socorro se le ha llamado el Buen Samaritano.

El llamado fundamental y la vocación de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, y de hecho de cada uno de nosotros, es el del Buen Samaritano.

Aquí es donde hay esperanza: El Buen Samaritano de la parábola de Jesús no fue el último.

Hay buenos samaritanos que son funcionarios del gobierno en Memphis que, después de evaluar lo sucedido, despidieron a los agentes infractores, los acusaron de crímenes contra la vida y la dignidad humanas, y se comprometieron a abordar los problemas sistémicos y culturales que crearon un entorno que facilitaba esta maldad.

Hay buenos samaritanos que hacen lo necesario para reformar radicalmente el entorno y la cultura de las fuerzas del orden, para crear una atmósfera en la que se respete, se proteja, se afirme y se honre la dignidad y el valor de cada ser humano.

Hay buenos samaritanos entre los agentes del orden y otros socorristas, que a menudo trabajan mientras otros duermen, laborando para proteger y servir, arriesgando a veces sus propias vidas por el prójimo al que ni siquiera conocen.

Hay buenos samaritanos, gente de buena voluntad y decoro, que protestan pacíficamente. Hay buenos samaritanos que son activistas que trabajan incansablemente por la materialización de comunidades y países donde haya verdaderamente, como proclama el Juramento a la Bandera, «libertad y justicia para todos».

Mientras hacemos duelo, no podemos rendirnos ni darnos por vencidos. Levantar las manos en desesperación no es una opción para abandonar de nuevo a un hermano o a una hermana al borde del camino. No, que surjan otros buenos samaritanos para que la muerte de Tyre Nichols no sea en vano.

Oren por la familia de Tyre, por toda la comunidad de Memphis, por esta nación y por el mundo. Pero también oren para que las personas reaccionen como el Buen Samaritano y se empeñen en provocar un cambio de manera que esto nunca vuelva a suceder.

Y que el alma de Tyre, y las almas de todos los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz y se levanten en gloria. Amén.

Rvdmo. Michael B. Curry
Obispo Presidente y Primado
de la Iglesia Episcopal

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